Estoy en Harare, Zimbabwe. Llevo ya más de 10 días aquí. Vine justo cuando empezaba el mayor festival musical del país, el HIFA (Harare International Music Festival). Había un ambiente increíble. Lo mejor que vi/oí: la cantante de fados portuguesa Aurora Arnaulth, que me emocionó mucho con su arte cantando, su belleza de señora elegante y su increíble voz. El mismo día y coronando la representación española, el grupo cordobés Los aslándicos, unos chicos con un directo buenísimo, con marcha y gracia para dar y tomar, además de alguna canción francamente buena y positiva. Nunca había oído hablar de ellos. Como casi todo lo bueno en España ignorado por las radios y las teles…
Pero yo en realidad a lo que he venido a Harare, invitado por la Embajada de España, es a hacer un Taller de Composición de Canciones que dura tres semanas. Ya llevo una semana, agotadora pero divertida, emocionante e instructiva. Enseñando se aprende, dicen ¡y es verdad!
Hoy, cuando uno de los cuatro grupos ha cantado la segunda canción que han escrito juntos, Melody, la jefa, que estaba escuchando casualmente, ha preguntado asombrada: “¿Esa canción es original, seguro que la han compuesto ellos?” Es el mejor piropo para todos. La canción tiene ese barniz profesional que no se sabe qué es, pero que le da ese toque que hace que la quieras tener, comprar, escuchar, piratear… Como profesor me ha dado el subidón.
La clase la damos en el jardín pues en el Aula de Music Crossroads no cabemos los 40 alumnos que tengo ya. Empezamos a las once, a la una paramos para comer y seguimos hasta las cuatro, que es cuando hace más calor.
El clima de Harare es increíble, mucha luz, cálido durante el día y fresco por la noche. Estamos a 1.500 metros de altura por lo que no hay malaria. La vegetación es como la de Avatar, unos árboles gigantes y llenos de flores de colores tan increíbles que parece que han pasado por Photoshop, cactus gigantes como edificios de tres pisos, aguacateros llenos de frutos que se caen de lo gordos que son. Un lugar tranquilo, con gente relajada y simpática, con buena vibración, a diferencia de lo poco que he podido olfatear en mi cortísima escala en Johannesburgo.
La casas tienen unos jardines enormes, que parecen parques, con todo tipo de árboles y plantas. Da la sensación de que con que se te caiga una semilla se convertirá en algo grande en cuestión de días. No hay electricidad todo el tiempo, estamos en África. Tampoco internet, así que me estoy desenganchando. El internet es como la tele, si hay te enganchas a saco, pero si no hay vives tan tranquilo pensando ¿cómo es posible que perdamos tanto tiempo con eso “que no existe"?
Y hay más blancos que en el Congo, no me siento tan raro como el año pasado en Lubumbashi. En realidad, por lo que me decían el otro día, Zimbabwe, o Zim como lo llaman ellos, es “África para principiantes”. Es un buen lugar para conocer el continente sin ir a lo más duro desde el principio.
Estoy en un lodge, una casa grande con jardín acomodada como posada por sus dueños, una pareja de americanos que se han mudado de Washington hasta aquí por segunda vez y parece que definitivamente. Los pobres han pasado varios días fumando porros a escondidas pues pensaban que yo era un señor muy serio “pues venía de parte de la Embajada española” y no se atrevían a fumar delante mío. Una vez deshecho el entuerto todos fumamos tan panchos en el porche, lo cual contribuye decididamente a que me parezca este lugar uno de los mejores hoteles del mundo. Además soy el único huésped aunque a veces aparezca alguien para pasar una noche. También la dueña me pidió que le echase el Tarot, que es mi última gran flipada, estoy estudiándolo y me encanta, me relaja muchísimo. ¡Os lo recomiendo como hobby!
Bueno queridos, ya os iré contando más, besos a todos…
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