sábado, septiembre 04, 2010
Fletcher y la Camps
Ahí está la Camps. Una preciosa guitarra flamenca que compré de segunda mano por 65.000 pesetas en Adagio en la calle Hermosilla de Madrid en el 2001, cuando empecé a cantar mis canciones en el Rincón del Arte Nuevo. Una buena guitarra, con muy buena amplificación, muy bonita y rápida. He recorrido medio mundo con ella. Toda España, Inglaterra, Argentina, Croacia e Italia en barco, Congo y finalmente Zimbabwe. Gracias a ella ligué, comí gratis, viajé, navegué en velero durante un mes, compuse canciones, caí simpático, etc. ¡Incluso toqué en un parque de Nueva York y gané un dólar!
La llevé a Zimbabwe para dar las clases. Todos flipaban con ella, pero sobre todo Fletcher, que cada mañana me esperaba y en cuanto yo llegaba a clase la agarraba cuidadosamente, la sacaba de la funda, se la colgaba, la afinaba, y la tocaba con amor. Era como mi ayudante, siempre con la Camps a cuestas y tocando en clase, de forma que yo me pudiera concentrar en dar el curso. Toca muy bien, le sacaba muy buen sonido y aprendió los acordes de flamenco superrápido. Nos hicimos amigos.
Un día le pregunté que qué guitarra tenía. Me dijo que no tenía guitarra. Flipé. Me acordé de Cuba, donde vi músicos increíbles con instrumentos malos, e incluso sin instrumentos.
-“¿Cómo que no tienes guitarra? ¿Y cómo entonces tocas tan bien?”
-“¡Es como la bicicleta, no se olvida!”.
Y empezaron en mi cabeza por las noches las peleas entre el angelito y el diablillo:
-Angelito: “Cacho perro, el tío no tiene guitarra y tú durmiendo ahí, regálasela, egoísta occidental, que tienes otras dos guitarras, que lo sé!”.
- Diablillo: “No seas tonto, es tu guitarra de viaje, recuerda lo que dijo Jesús Gómez, un músico es él y su instrumento, ya sabes lo difícil que es dar con un buen instrumento, es como encontrar un amigo, no sirve cualquiera, ni se te ocurra regalársela!”.
-Angelito: “Solo piensa que si vuelves a Europa sin habérsela dado, te sentirás como una cucaracha y ya será tarde para dársela, ¡cerdo acaparador! ¡Sabes que no es posible encontrar una guitarra así en toda África. ¡Además has aprendido que hay que dar lo que cuesta dar, no lo que no cuesta!”.
- Diablillo: ¡Seguro que si se la das la venderá, en Zimbabwe esa guitarra vale lo mismo que un coche…!”.
El último día hacíamos un concierto con todos los alumnos para el público y la embajadora española, Pilar Fuertes, auspiciadora del proyecto. Tocábamos las canciones que se compusieron en el taller. Ahí estaba Fletcher con la Camps, en el escenario.
Yo hacía de presentador, presentaba al grupo y les daba el diploma a los alumnos. (Imaginaos, ¡hay gente que tiene colgado en su casa un diploma donde se acredita que han hecho un curso de composición cuyo profesor es un tal Carlos de France!). El caso es que empecé a hablar de la guitarra en tercera persona femenino, diciendo: “Vino conmigo desde España… He viajado con ella por todo el mundo, llevamos ya diez años juntos. Quizá estábamos ya en un momento rutinario de nuestra relación... Pero cuando llegué aquí otra persona empezó a tratarla mejor que yo, a esperarla cada día, a mimarla, a decirle lo guapa que era, a acariciarla mejor que yo… Así que creo que es mejor que ella se quede con esa persona. En ese momento todos pensaron que estaba hablando de mi novia. Tuve que decir por el micrófono: ¡Fletcher, la guitarra es tuya!”.
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